Sos el visitante número

lunes, 21 de febrero de 2011


En ese momento su boca estuvo sobre la mía y no pude evitarla. No sólo porque es miles de veces más fuerte que yo, si no porque mi voluntad quedó reducida a polvo en cuanto se encontraron nuestros labios. Este beso no fue tan cuidados como los otros que yo recordaba, lo cual me hacía extremadamente feliz. Así que le devolví el beso con el corazón latiéndome a un ritmo irregular, desbocado, mientras mi respiración se transformaba en un jadeo frenético y mis manos se movían avariciosas por su rostro. Noté su cuerpo perfecto contra cada curva del mío y entendí que no había momento más glorioso que el que vivía en ese momento porque no había nada en el mundo que justificara que perdiera esto. Sus manos memorizaron mi cara, mi espalda, el lateral derecho de mi cuerpo, tal como lo estaban haciendo las mías, que temblorosas, no podían creer lo que vivían. Perdí la dimensión del tiempo, y no sé en qué momento, dejé también de pensar. Me despertó de aquel perfecto sueño el sonido de un timbre y cuando abrí los ojos, el se despegó de mi.

En ese segundo y hasta que me incorporé, en realidad creí que me había dormido y que todo había sido un efímero sueño, pero comprendí que mi mente era incapaz de recrear tanta perfección en mi cabeza, que debía haber sido real porque también era, y es, real la manera que tengo de amarlo tanto.

No hay comentarios: